El amor paciente

Mucha gente identifica la paciencia con la espera. Has quedado a una hora con un amigo, se retrasa más de diez minutos, y, mientras miras el reloj, te dices: «¡Paciencia!».

Pero la espera no agota el contenido de la paciencia. La paciencia consiste en saber padecer, en padecer sin alterarse. Y eso sirve para sufrir al amigo que llega tarde y, también, para sufrir al enemigo que te abofetea.

Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra.

El concepto hedonista del amor que se consume hoy día parece decirnos que amar significa gozar del ser amado. Por eso, cuando dos personas ya no encuentran satisfacción recíproca concluyen que el amor ha muerto. Por desgracia, así se rompen muchos matrimonios. «Estar juntos ya no nos aporta nada», dicen, como si el amor conyugal tuviera que responder a los parámetros de un fondo de inversión.

Pero el amor no es un fondo de inversión. No sólo amamos al hermano cuando gozamos de él. Lo amamos, muy especialmente, cuando lo sufrimos. El Señor nos ha sufrido, y así nos ha amado y redimido. Y nosotros, si queremos aprender a amar, tendremos que aprender a sufrirnos unos a otros con paciencia.

(TOI11L)