El Amor de los amores

Desde luego, al Señor le permitimos lo que no le permitiríamos a nadie. ¿Imaginas que, en plena campaña electoral, un político subiera al estrado en un mitin y gritara lo que grita hoy Jesús?:

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.

Si estas palabras las pronunciase cualquier personaje público, lo daríamos por loco inmediatamente. Y, desde luego, no le haríamos caso. Sin embargo, pronunciadas por Cristo, estas palabras tienen pleno sentido. Porque la salvación del hombre consiste en amarlo y ser amado por Él. Y quien no lo ama apasionadamente, hasta el delirio, no conoce las dulzuras de cielo con que ese Amor inunda el alma.

Sólo el Amor de Cristo libera al hombre. Y, en ocasiones, ese hombre tiene que elegir. Por ejemplo: Una persona casada que, por atender a sus padres o a sus hijos, desatiende a su cónyuge, está amando a sus padres o a sus hijos, no sólo más que al cónyuge, sino más que al Señor, que es quien la ha llamado al matrimonio.

(TOI15L)