San Judas, tu vecino y tú

Prestamos poca atención a san Judas Tadeo. Cuando yo era niño, el ABC traía, todos los días, el texto de la novena al apóstol. Pero en aquel ABC, del que mi abuela no perdonaba ni una página, aún escribía Julián Marías. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí, san Judas! El pobre tuvo la mala suerte de ser tocayo de un traidor. No hay niños que se llamen Judas, aunque hay Tadeos. Hoy san Judas hace una pregunta, y quiero fijarme en ella; el interrogante sigue abierto:

¿Qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo? ¿Por qué yo tengo fe y mi vecino no? ¿Soy acaso yo mejor que él? Jesús responde:

El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. Tienes fe porque has escuchado la palabra y le has abierto las puertas del corazón. Si tu vecino no tiene fe, ¿no será porque no ha escuchado la palabra? Y, si no ha escuchado la palabra, ¿no será porque nadie se la ha anunciado? Deberías pensar que la palabra que tú escuchaste se te dio para que la anunciases al vecino. ¿Lo has hecho?

(TP05L)