La Resurrección del Señor

16 marzo, 2024 – Espiritualidad digital

Una vida fecunda

Que todos moriremos no es ninguna noticia. No te sorprenda que, en pleno domingo, te invite a meditar en tu propia muerte. Es para que te preguntes qué herencia dejas al mundo. ¿Has sembrado algo? ¿Dejas el mundo un poco mejor de como lo encontraste? ¿De qué ha servido tu paso por la tierra?

Hay quien deja menos de lo que encontró. Hay quien no deja nada. Hay quien deja dinero, una empresa, unos libros escritos… Y hay quien se marcha de este mundo habiendo sembrado vida eterna. Dichosos ellos, y dichosos nosotros, que recogemos sus frutos.

Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. Cristo murió y fue enterrado como grano de trigo, y la tierra se ha llenado de su fruto. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor. Únete a Él. Siembra vida eterna en las almas que te rodean. Siembra tu propia vida como trigo, entrégala generosamente. Que nadie diga que has muerto, que digan que te has entregado. Y tu paso por la tierra habrá sido una bendición para ti y para el mundo. Deja fruto.

(TCB05)

Ojalá escuchéis hoy su voz

La Liturgia de las Horas marca a fuego la Cuaresma con este versículo, que se repite una y otra vez en el invitatorio: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón (Sal 95, 7-8). Pues el ayuno, la oración y la limosna no son sino la forma de hacer silencio para poder escuchar al Verbo: Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo (Mt 7, 5).

¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho? Nicodemo creía en Jesús porque lo había escuchado. Se había acercado a Él deseando conocer su sabiduría, y había abierto el corazón a palabras que no era capaz de entender. Pero aquellas palabras llevaban ecos de vida eterna, y Nicodemo percibió esos ecos. Por eso invita a los fariseos a escuchar a Jesús.

Jamás ha hablado nadie como ese hombre. Los soldados escucharon, y creyeron. Pero los fariseos no quisieron escuchar la voz del Señor, endurecieron el corazón.

Y tú, con tanto ruido, ¿cómo vas a escuchar? Baja un poco los decibelios, ayuna, despréndete de tus bienes, quédate a solas con Cristo y escucha en silencio al Señor. Préstale atención, y vivirás.

(TC04S)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad