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Espiritualidad digital – Página 4 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Pili y Mili

¿Dónde te gustaría que te encontrase el Señor cuando vuelva sobre las nubes? Quizá me digas que orando ante un sagrario. Pero no sabemos cuándo será la hora, y no puedes pasar el día dentro de la iglesia. Tienes una familia, y un trabajo, y unos amigos. Es allí donde debes entregar la vida.

Curiosamente, cuando el Señor habla de su segunda venida, no menciona a quienes están en el templo en ese momento, sino a dos mujeres que están trabajando, haciendo la labor de cada día:

Estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.

Pili y Mili están haciendo lo mismo en el mismo lugar. ¿Por qué se salva una y se pierde la otra?

Te lo diré. Pili ha comenzado el día ofreciendo a Dios su jornada. Ha orado, se ha encontrado amorosamente con Él. Y, mientras trabaja, prolonga su oración entregando al Señor la tarea diaria y convirtiéndola en ofrenda; por eso no se queja del cansancio. Mili trabaja sólo para ganar dinero, y mientras muele va despotricando de lo duro que es su trabajo.

Al final, no se trata de dónde estarás tú, sino de dónde está tu corazón.

(TOI32V)

Tan cerca está que no lo vemos

A aquellos fariseos les sucedía lo que a mí cuando voy a la compra; pero, en su caso, el problema era bastante más grave. Yo voy al supermercado y me vuelvo loco buscando los cacahuetes. Miro estante por estante, y no los encuentro. Por fin aparece un empleado, y le pregunto: «¿Dónde están los cacahuetes?». Entonces extiende la mano, y los señala justo frente a mí. ¿Cómo es posible que nos los hubiera visto? ¿Tan ciego estoy? No me lo explico.

¿Cuándo va a llegar el reino de Dios? ¡Pero si lo tenéis delante! Está ahí mismo, hablando con vosotros. El reino de Dios está en medio de vosotros. Pero no lo veis. ¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos (Lc 19, 42).

Que no nos suceda como a ellos. Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Que no nos pase desapercibido lo que no vemos, lo que está en medio de nosotros. No vayamos a quejarnos como si Dios nos hubiese olvidado, cuando está tan cerca que hasta a la vista escapa. Lo ve la fe.

(TOI32J)

Ante el Sacerdote

sacerdoteA diez leprosos curó Jesús. Y a los diez les dijo: Id a presentaros a los sacerdotes. Porque la Ley prescribía que quien fuera curado de una enfermedad acudiese al sacerdote para presentar un sacrificio de acción de gracias.

Nueve de ellos actuaron según la Ley, y fueron en busca de aquellos sacerdotes. Sólo uno de ellos, guiado por el Espíritu, fue a presentarse al Sacerdote.

Se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.

El sacrificio que ofrece es su propia vida. Al postrarse ante Jesús, le está diciendo: «Soy tuyo».

«El Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia». Así deberíamos asistir a la Misa. Acudimos al altar llenos de gratitud por cuanto el Señor ha hecho con nosotros. Y en las ofrendas, junto al pan y el vino, ponemos nuestras vidas en manos del sacerdote para que las presente a Dios. Al descender sobre el pan, el Señor nos toma de la mano, nos alimenta y nos dice: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. «Podéis ir en paz».

(TOI32X)

Recuerda que no lo mereces

No es plato de buen gusto, pero un sacerdote, cuando hay motivos fundados para hacerlo, tiene el deber de negar la comunión a quien la pide. Es el caso, por ejemplo, de una situación pública y notoria de pecado mortal. En otros casos, os confesaré que los sacerdotes sufrimos terriblemente al administrar la comunión a quienes sabemos que no pueden recibirla dignamente. No se la podemos negar, porque la situación de pecado no es pública y no podemos ponerlos en evidencia, pero sabemos que se está cometiendo un sacrilegio. Y sufrimos.

¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: «Enseguida, ven y ponte a la mesa»? ¿No le diréis más bien: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú»?

La comunión no es un derecho. ¿Cómo vamos a tener derechos sobre el cuerpo de Cristo? La comunión es el alimento de las almas en gracia. Uno no entra en la iglesia y comulga como quien mete la mano en la nevera de su casa. Primero pedimos perdón de los pecados, nos confesamos, hacemos propósito de servir a Dios y después comerás y beberás tú.

(TOI32M)

Todo es nuestro

Vamos a ver… ¿Para qué iba yo a querer que una morera se arrancara de raíz y se plantara en el mar? Salvo que yo fuese un pez y me gustase la mermelada de moras, no encuentro ningún motivo. Pero Jesús puso este ejemplo a los apóstoles cuando ellos le pidieron que les aumentase la fe:

Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.

Está claro que era una hipérbole, una manera de hablar para decir algo mucho más importante que lo que los apóstoles pedían. Porque ellos querían fe para hacer milagros, pero la fe eleva al hombre a alturas mucho mayores.

Por la fe, fruto del Espíritu, vemos a Dios tras la humanidad de Cristo y nos unimos a Él y al Padre. Por la fe nos vemos a nosotros mismos como hijos de Dios. Y, como hijos de Dios, sabemos que la Creación entera nos pertenece. No sólo las moreras ni el mar, sino la Creación entera. Por la fe, miramos al sol cuando amanece y sabemos que es nuestro, que Dios nos lo ha entregado.

En resumen: la fe nos diviniza.

(TOI32L)

Una ruina

Érase un hombre tan avaro, tan avaro, que hasta prestaba atención con interés.

Vale. Perdonad el chiste. Una licencia dominical.

Pero viene a cuento.

Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

¿Acaso es malo el mercado? No. El mercado es necesario para la economía del ciudadano y del país. Pero tiene su momento y su lugar. Cuando uno entra en la casa de Dios, cambia de escenario. No todo es mercado.

En el mercado, el hombre busca su interés. Compra y vende. Pero el Amor ni se compra, ni se vende, ni busca su interés. Dios se regala a Sí mismo, se entrega sin esperar paga y arruina su interés hasta morir amando. Dios no es un mercader. Es un río que fluye generosamente por el alma y todo lo llena de vida.

Por tanto, cuando entres en Mercadona, busca las ofertas y que tengas suerte. Yo ya no tengo Mercadona cerca y me apaño con el cheque ahorro de Carrefour. Pero en la casa de Dios, que es tu alma, olvida tu ganancia, recibe a quien te ha regalado hasta su sangre, y entrégate sin reservas, que el Amor es una ruina.

(0911)

Entrégalo todo

El domingo 32 del Tiempo Ordinario (o sea, mañana) suele celebrarse en España el día de la Iglesia Diocesana, en el que, entre otras cosas, se trata de concienciar a los fieles para que colaboren con sus parroquias mediante una suscripción bancaria. No quisiera convertir estas líneas en una sección de «avisos parroquiales». Pero el evangelio me lo pone en bandeja, y no puedo resistirme.

Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

La Ley de Moisés prescribía que los israelitas entregasen como ofrenda a Dios el diezmo, esto es, la décima parte de todo lo que ganasen. Me pregunto cuántos católicos entregan a la Iglesia esa décima parte. Santa Catalina de Siena iba más allá. Dividía sus ganancias en tres partes iguales: una para su manutención, otra para los pobres, y otra para la Iglesia.

No saques la calculadora todavía, por favor. Espera a mi consejo: Entrégalo todo. Ni un diez por ciento, ni dos terceras partes. Todo. Preséntale al Señor todo tu dinero y dile: «Es tuyo, siempre lo fue. Quiero emplearlo según tu voluntad». Escúchalo en la oración y en la dirección espiritual. Después, administra ese dinero.

(TOI31S)

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