El imperativo imposible

No he logrado encontrar en el Antiguo Testamento la segunda parte de la cita propuesta por Jesús: Habéis oído que se dijo: «”Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo». El mandato de amar al prójimo aparece muchas veces, pero en ningún lugar he encontrado el mandato de aborrecer al enemigo. Quizá se trata de una interpretación realizada por Jesús en forma de concesión. El mandato del amor se ceñía al prójimo, al amigo, pero no abarcaba al enemigo, a quien estaba permitido aborrecer. Era la ley de lo posible. ¿Quién puede amar a quien le rompe el corazón?

Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos. Cristo llevó el Decálogo, de la ley de lo posible, a las alturas del imperativo imposible. El corazón humano no puede amar al enemigo.

Pero hay algo nuevo en los imperativos imposibles de Cristo. ¿No era un imperativo imposible el «levántate y anda» que dirigía a los paralíticos, o el «recobra la vista» que dirigía a los ciegos? Y, al ser acogidos por el enfermo, esos imperativos obraban lo que mandaban.

Quizá, si acogiéramos dócilmente en el corazón el imperativo imposible «amad a vuestros enemigos», veríamos milagros de caridad en nuestras vidas.

(TOI11M)