Amo Te

En la copa del cáliz con que celebraba la Misa estaba grabada la inscripción latina «Amo te». No es necesario traducirla. Y cada vez que consagraba el vino, al elevar el cáliz, fijaba el sacerdote sus ojos en esa inscripción, como queriendo taladrar el metal con la mirada y clavar las palabras en el corazón de Aquél que había llegado a la copa. Así lo estuvo haciendo muchos años hasta que un día, hace no mucho tiempo, todo cambió. En una misa, cuando quiso empujar aquellas letras hacia el Huésped de la copa, se convirtieron sus ojos en oídos, y descubrió que era Él quien le lanzaba el requiebro. Desde lo hondo del cáliz, Cristo, a través de esas palabras grabadas en el metal, declaraba su Amor al sacerdote. Era su saludo para él.

¡Cuántas veces le hemos dicho al Señor: «Te quiero»! No estaría mal que, en esta solemnidad del sagrado Corazón, escuchásemos su voz en lo profundo del alma y exclamásemos: «¡Cuánto me quieres!». El que ha dicho: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados tiene siempre sus brazos abiertos para nosotros. Y quiere que lo amemos, pero, sobre todo, quiere que acojamos su Amor.

(SCJA)