Muchos de vosotros estáis de vacaciones. Y tenéis más disponibilidad de vuestro tiempo. No lo desperdiciéis, que el tiempo nos lo da Dios para convertirlo en gloria. Aprovechad, por ejemplo, para comulgar a diario.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Deglutir la sagrada Hostia no es necesariamente comulgar. Hace falta algo más, la comunión debe llegar al alma. Recibidla con fe; acoged con amor a quien viene a vosotros enamorado. Y, al comulgar así, recibiréis vida eterna. No hablo de una prolongación infinita de la vida temporal, sino de otra vida, la de Dios, que está por encima del tiempo. Al comulgar, el alma es elevada a la eternidad. Disfrutadlo.
Y el cuerpo, al recibir así al Señor, queda convertido en cuerpo de Cristo y bendecido con la promesa de compartir su resurrección.
Por eso haréis bien si aprovecháis las vacaciones para comulgar a diario. No hay mejor descanso, ni mayor ganancia.
(TOB19)