La Resurrección del Señor

16º domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Espiritualidad digital

La paciencia de Dios

Siempre me ha asombrado ese Dios paciente, que deja crecer la cizaña junto con el trigo. Su campo, a los ojos de los hombres, no es, precisamente, modélico. ¿Quién es el dueño de este trigal? ¿No se da cuenta de que está lleno de cizaña? ¿Por qué no la arranca? ¿Es que ha olvidado su campo? ¿Por qué se matan los hombres? ¿Por qué se explota a niños y mujeres? ¿Por qué reinan la mentira, la violencia y la envidia? ¿De verdad queréis hacernos creer que existe un Dios? Si ese Dios del que habláis existiera, estas cosas no sucederían, Él no lo permitiría. A la vista de la propagación del mal, diremos que Dios no existe.

Dejadlos crecer juntos hasta la siega… Dios existe. Pero no es como vosotros lo imagináis. Dios permite. Dios espera. Dios sufre el mal, clavado en una Cruz, ahogado en cizaña y sembrado en un sepulcro como trigo.

Cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña. Pero, cuando ese momento llegue, Dios querría que no quedase ya cizaña porque, merced a la sangre de su Hijo y a la entrega de los santos, toda ella se hubiera convertido en trigo.

(TOA16)

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