Perdedores que salen ganando

No es fácil resumir las bienaventuranzas. Algunas de ellas están basadas en una desgracia (Bienaventurados los pobres, los que lloran, los perseguidos…), mientras otras descansan en una virtud (Bienaventurados los mansos, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia, los que trabajan por la paz…). Si tuviéramos que encontrar un denominador común, yo señalaría éste: Todas las bienaventuranzas conllevan salir perdiendo en esta vida.

Cristo no engañó a nadie. Quien murió en una cruz nos dejó muy claro que el santo tiene todas las de perder en este mundo. «Si perdono, me pasarán por encima», me decía una persona cuando la invitaba a tratar bien a quien le ofendía. Por única respuesta, le invité a mirar al Crucifijo. Repito: Cristo no engaña a nadie. Si uno quiere engañarse a sí mismo pensando que la fe le hará escalar puestos en este mundo, la culpa es sólo suya.

Sin embargo… De ellos es el reino de los cielos, ellos serán consolados, serán saciados, heredarán la tierra… Esos gozos no son sólo para después de la muerte. Cristo promete una dicha inmensa a quien descanse con Él en la Cruz. Y, en eso, tampoco engaña.

(TOI10L)