Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Espiritualidad digital – Página 23 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

La física y la mística

Dicen que a Isaac Newton le cayó encima una manzana. Y descubrió la ley de la gravedad. La física es muy interesante, nos ayuda a explicarnos muchas cosas y a crear otras, pero la física es pesada y torpe. Seguro que a Newton le dolió el manzanazo. Por culpa de la física, si estoy aquí no puedo estar allí, y si un tipo corpulento como un armario se planta en la puerta no puedo entrar. Por culpa de la física, muchos que quisieron ver y tocar a Jesús no pudieron. ¿Cómo sortear a los miles de personas que lo rodeaban?

Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Duele, y mucho, la ausencia del cuerpo físico de Jesús. Pero si Cristo se hubiese quedado aquí como vivió 33 años, con su cuerpo físico, ni tú ni yo lo hubiésemos podido ver, salvo por televisión.

Nos convenía que esa presencia física diera lugar a otra, la del Espíritu, por la que Jesús no está frente a nosotros, sino en nosotros. Así es todo tuyo y todo mío. Así no sólo nos predica; nos santifica.

(TP07M)

El beso de Dios

¡Cómo pasa el tiempo! Hace nada estábamos a las puertas del templo prendiendo nuestras candelas para la vigilia pascual y, como quien no quiere la cosa, ya se escucha el soplo del viento, del Espíritu que nos visitará en Pentecostés.

Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Dentro de tres días, el próximo jueves, comenzaremos el decenario que nos preparará a su llegada.

Te aconsejo que reces el decenario, porque te ayudará a hacer hambre. Una bofetada de viento en la ventana no te aprovecha. Pero, si las ventanas están abiertas y el aire fresco entra en la casa, ese aire barrerá las impurezas del lugar cerrado, refrescará el ambiente y respirarás Dios a pleno pulmón. De eso se trata: de abrir puertas y ventanas. Y sólo el hambre las abre.

El testimonio de Cristo que da el Espíritu es testimonio sin palabras. Las palabras, como las que ahora estás leyendo, imprimen en tu alma una noticia. Pero el Espíritu imprimirá en lo más profundo de ti una noticia que ninguna palabra puede transportar: el Amor de Cristo. Es el beso de Dios.

(TP06L)

La paz que yo quiero

Todos queremos paz. Pero «paz» se dice de muchas maneras. ¿Qué paz queremos? Quizá seamos distintos en eso.

La paz mundial todos dicen quererla, pero si la quisieran no habría guerras. Hará falta algo más.

La paz de las farmacias, la de las pastillas, es sólo química. No llega al alma. Sólo la adormece. Y yo quisiera estar despierto.

La paz del yoga o del mindfulness es una forma de vaciarse… Pero yo quisiera estar lleno.

La paz del campo es idílica. Está llena de mosquitos y de bichos. Además, por muchos árboles que tengas alrededor, si estás en guerra por dentro…

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Yo quiero la paz de Cristo. Se asienta en el alma incluso entre las angustias de Getsemaní. No se obtiene, se recibe del cielo cuando dejamos que el alma se llene de Dios; cuando, en medio de las contrariedades, en lugar de rebelarnos, decimos: «Hágase tu voluntad». Te reconcilias con tu historia, con tu vida, con tu pobreza. Te reconcilias con Dios. ¡Cuánta paz, tras una buena confesión! Y entonces, sufres, ríes, lloras, trabajas con paz, porque vives con Dios.

(TPC06)

Para que te partan la cara

«¿Y por qué voy yo a desgastarme anunciándoles a Jesucristo, si no me van a hacer caso? No hay nada que hacer, padre. Además, si me junto con ellos, quizá me tienten y acabe yo también mundanizado. Mejor rezo por ellos y que se encargue Dios de convertirlos».

Así se condena la gente «piadosa». Qué penita.

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros… Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

Por eso vale la pena anunciar a Cristo; por eso ningún cristiano puede eludir ese mandato. Porque, como le sucedió al Señor, al escuchar el anuncio unos nos perseguirán y otros guardarán nuestra palabra. Y quizá quienes la guarden sean quienes menos sospechemos, por cierto. Podría contarte muchas historias así.

A ellos, a quienes nos escuchen, los redimirá la predicación. Y a quienes no nos escuchen y nos persigan los redimirá nuestro martirio, nuestro dolor por ellos, y la humillación a que nos sometan.

Por tanto, si me preguntas para qué vas a anunciarles «a ésos» el nombre de Cristo, te respondo: Para que te partan la cara.

(TP05S)

La diferencia entre amar y sentir amor

El primer mandamiento de la ley mosaica prescribía amar a Dios con todo el corazón. Y el Mandamiento nuevo de Jesús nos dice: Que os améis unos a otros como yo os he amado.

Y yo me pregunto: ¿Es que se puede amar por mandato? Si yo no siento amor por una persona, ¿puede un mandato, aunque venga del cielo, hacerme sentir amor por ella?

La respuesta es no, salvo milagro o intervención expresa del cielo en mis afectos. No suele suceder. Pero quizás yo he entendido mal el mandamiento. No se me está pidiendo que sienta amor; se me está pidiendo que ame. Son exigencias distintas.

Sobre mis afectos no tengo poder. Si me caes mal, no me vas a caer bien porque me lo pidas ni porque me lo pida Dios. Ojalá pudiese controlar eso, pero no puedo.

Pero si amar no se identifica con sentir amor, sino con dar la vida, entonces puedo. Puedo entregarte mi vida, y puedo entregar mi vida a Dios por ti, aunque mi corazón esté herido y resentido contigo por el daño que me has hecho. Puedo hacerlo y quiero hacerlo, porque no quiero seguir a mi corazón, sino al de Cristo.

(TP05V)

Así te quiero

La declaración de Amor que hoy nos regala el Señor –la única declaración de Amor expresa de Jesús en los evangelios– es un complemento al Mandamiento Nuevo:

Como el Padre me amó, así os he amado yo.

Quien nos invitó a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado nos devela ahora cómo nos ha amado: Como el Padre me amó.

Recibe primero esa declaración de Amor. Elimina el plural y ponle tu nombre: «Como el Padre me amó, así te amo, Fernando». Deja que esas palabras llenen de gozo el corazón y empapen de Espíritu el alma. Porque ese Espíritu es el Amor con que el Padre ama al Hijo y el Hijo te ama a ti.

Después, rebosante de alegría, ve a tu prójimo. Y dile, con tu vida: «Como Cristo me quiere, así te quiero yo. Te quiero aunque no me quieras. Te quiero aunque me crucifiques. Te quiero cuando estás en tu pecado. Te quiero cuando estás alegre, y te quiero con más ternura cuando sufres. Todo te lo perdono. Y estoy dispuesto a dar mi vida por ti. Porque lo que más deseo, en mi amor por ti, es que seas santo».

(TP05J)

Sin Ti

Aunque tiene alguna inconveniencia que no copiaré aquí, me gusta mucho esa canción de Sabina que se llama «Así estoy yo sin ti»: «Perdido como un quinto en día de permiso, como un santo sin paraíso, como el ojo del maniquí; huraño como un dandy con lamparones, como un barco sin polizones, así estoy yo sin ti».

Sin mí no podéis hacer nada. Es que esa canción, salvando la inconveniencia que no copiaré aquí, se la canto yo al Señor. Soy como Pedro, a dónde iría sin Ti, tú tienes palabras de vida eterna.

Sé que mucha gente vive sin Cristo. Me da muchísima pena, no sé qué entienden por felicidad, no sé con qué se conforman. Yo no puedo; tras haber conocido el Amor del Señor, ya no me conformo con nada menos.

¿Y tú? ¿Qué harías sin Cristo, cómo estarías sin Él? Quizá prefieras no responder, para qué asomarse a abismos de tinieblas. Te comprendo. Pero, para que te hagas una idea, repasa tus peores tendencias, tus instintos más brutales y asústate.

Pide al Señor la gracia de no separarte jamás de Él. Porque, si nada podemos hacer sin Él, sabemos a dónde vamos con Él: al cielo.

(TP05X)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad