El beso de Dios

¡Cómo pasa el tiempo! Hace nada estábamos a las puertas del templo prendiendo nuestras candelas para la vigilia pascual y, como quien no quiere la cosa, ya se escucha el soplo del viento, del Espíritu que nos visitará en Pentecostés.

Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Dentro de tres días, el próximo jueves, comenzaremos el decenario que nos preparará a su llegada.

Te aconsejo que reces el decenario, porque te ayudará a hacer hambre. Una bofetada de viento en la ventana no te aprovecha. Pero, si las ventanas están abiertas y el aire fresco entra en la casa, ese aire barrerá las impurezas del lugar cerrado, refrescará el ambiente y respirarás Dios a pleno pulmón. De eso se trata: de abrir puertas y ventanas. Y sólo el hambre las abre.

El testimonio de Cristo que da el Espíritu es testimonio sin palabras. Las palabras, como las que ahora estás leyendo, imprimen en tu alma una noticia. Pero el Espíritu imprimirá en lo más profundo de ti una noticia que ninguna palabra puede transportar: el Amor de Cristo. Es el beso de Dios.

(TP06L)