Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

25 octubre, 2025 – Espiritualidad digital

Cristo, el publicano

parábola del fariseo y el publicanoHitchcock aparecía, como un personaje más, en todas sus películas. Pero eso lo había hecho antes, y mucho mejor, Jesús con sus parábolas. Si lo buscáis en ellas, lo encontraréis siempre. Está disfrazado, pero no cabe duda, es Él.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, se golpeaba el pecho diciendo: «¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador».

Es Cristo, y Cristo crucificado. No pide perdón por sus pecados, sino por los tuyos, que Él ha cargado sobre Sí. Se ha quedado atrás, en el último lugar de la Humanidad, el de los malditos y condenados. Y desde allí clama a su Padre, lleno de dolor, pidiendo el perdón para ti.

Mira cómo sufre. Le duelen tus culpas; las ha hecho suyas. ¿No te dolerán a ti? ¿Dejarás que se lleve Él todo el dolor? Pide la gracia de una verdadera contrición, para acompañar a quien te acompaña. No te conformes si tus pecados te duelen por rabia, por fastidio de no ser perfecto. Pídele a Jesús dolor de amor, el suyo.

El que se humilla será enaltecido. El publicano humillado, que es Cristo, será enaltecido y resucitará. Tú también, si te humillas con Él, serás perdonado y tendrás vida eterna.

(TOC30)

El altar en que te inmolas

Es llamativo el modo en que, cuando alguien muere, nos apresuramos a echarle la culpa: Fumaba mucho, estaba muy gordo, no hacía deporte, no se cuidaba… Leña al mono. Encima de muerto, irresponsable. Pero, en fin, así creemos que nos quitamos la muerte de encima. Pobres de nosotros.

Lo mismo sucedía a quienes traían a Jesús la noticia de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Algo malo habrían hecho. Y Jesús les pregunta: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto?

Os digo que no. Aquellos hombres no eran más pecadores que los demás. Y Pilato hizo con ellos lo que hace la vida con nosotros, porque la sangre del hombre siempre se vierte con la de los sacrificios que ofrece. Quien pasa la vida ofreciendo sacrificios al dinero muere inmolado en el altar de las riquezas. Y lo mismo sucede con la lujuria, la soberbia, y los demás ídolos.

Pero quien participa a diario del Sacrificio Eucarístico acaba mezclando su sangre con la de Cristo, y la ofrenda de su vida con la del Calvario. Sólo ése vencerá a la muerte y vivirá.

(TOI29S)

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