El mundo está lleno de personas

Os parecerá una tontería, pero a mí no deja de asombrarme. Detengo mi automóvil en un semáforo, en el centro de Madrid. Y cruzan ante mí decenas de rostros desconocidos. Cruzo un pueblo perdido del norte de España, y veo en sus aceras a una mujer joven con un niño. Subo al tren, y encuentro sentadas a más de veinte personas a quienes nunca he visto. Y pienso: El mundo está lleno de personas. Qué estupidez, ya lo sabemos. Pero tras cada rostro hay una historia, unos padres, un sufrimiento, unas ilusiones, un misterio. Todos son distintos, ni uno de ellos está repetido. Y sólo puedo asombrarme y rezar. Jamás podré desentrañar esos misterios habitados por la mirada amorosa de Dios.

Señor, y este, ¿qué? ¡Pobre Simón! ¿Cómo vas a desentrañar el misterio de tu hermano? Póstrate ante él, venéralo como a una imagen misteriosa de Dios, como a un cosmos infinito en miniatura, pero no quieras desentrañarlo. Quisiera decirte: «¡Métete en tu vida!».

Con mejores palabras te lo dice Jesús: Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme. Ocúpate en ser santo tú. Y todas las personas que habitan este mundo se beneficiarán.

(TP07S)