¿Dónde te habías metido, alma de cántaro?
Pero ¿dónde estaba este hombre?
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
¿Dónde se había metido Tomasito en el día más grande de la Historia de la Humanidad? Se había ido a su casa, como los de Emaús. Había roto con los hermanos, no tenía esperanza alguna. Y, por apartarse de los hermanos, se privó de aquella aparición en el cenáculo. Imagino a Juan y Andrés buscándolo, ¿habéis visto a Tomás? ¿Ha pasado por aquí? ¿Alguien sabe algo?
Cuando lo encontraron ya era tarde, porque quizá era miércoles o jueves. Y le dijeron: Hemos visto al Señor. Pero su corazón estaba endurecido: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
Es maravilloso ver cómo, al domingo siguiente, los hermanos habían acogido de nuevo en el cenáculo a Tomás con la alegría del padre del hijo pródigo. Y entonces vino el Señor, y el corazón rebelde se derritió.
Recuérdalo: A Cristo lo encontrarás en el seno de la Iglesia. Si rompes con tus hermanos, lo pierdes a Él.
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