La Resurrección del Señor

2 septiembre, 2023 – Espiritualidad digital

El seguimiento de Cristo, en tres pasos

Rezar no significa necesariamente seguir a Cristo. Uno puede rezar desde la cama, o desde el sofá. El seguimiento de Cristo supone levantarse del sofá y caminar. Y los tres primeros pasos te los señala el propio Jesús:

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Que se niegue a sí mismo: Escribe tu nombre en un papel. Después táchalo. Ya no importas. No importa que estés cansado, que tal persona te caiga mal, que esa tarea te cueste mucho, que nadie te haga caso… No importas. Importan Cristo y el prójimo.

Tome su cruz: Si tuvieras que cargar un saco de patatas, ¿lo cogerías de frente? Te impediría ver el camino y no verías más que patatas, tropezarías con él a cada paso, y el esfuerzo sería mayor. Por eso te lo echarías a la espalda. Haz lo mismo con tu cruz. Deja ya de remirar tus dolores.

Y me siga: La mirada, fija en Cristo. A eso te ayudarán la oración, la práctica frecuente de los sacramentos, la lectura diaria del Evangelio. Porque, si no sigues al Señor enamorado, no podrás caminar en pos de Él.

(TOA22)

El mito del «cristiano comprometido»

Reproduzco un comentario que escuché a un buen amigo hace unos días: Resulta preocupante que llamemos «cristiano comprometido» a quien hace la segunda lectura en misa, imparte catequesis, o forma parte del voluntariado de Cáritas, pero no entreguemos esa «credencial», por ejemplo, al abogado que procura santificarse en su trabajo y hablar de Dios a sus compañeros, aunque no colabore en las tareas parroquiales. Parece que pensáramos que la plenitud del cristianismo se logra dentro de los muros del lugar sagrado. Y eso a mí, como a mi amigo, me preocupa muchísimo.

Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. Me da miedo que nuestros templos pudieran convertirse en la tierra donde sepultamos nuestro talento. Eso nos convertiría en los enterradores del cristianismo.

Colaborad, si os lo piden y podéis, con vuestra parroquia. Pero recordad que no es en el templo donde debéis santificaros. Al templo vais a reponer fuerzas y a uniros con Cristo y los hermanos. Pero donde tenéis que santificaros es en la calle. Allí, entre quienes no creen, es donde debéis hacer producir vuestros talentos.

(TOI21S)

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