Ayer anunciaba Jesús su Pasión, y hoy renueva el anuncio. De nuevo, hay palabras muy perturbadoras en esa profecía:
El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
He recordado el modo en que san Lucas da noticia de la condena de Cristo: Soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad (Lc 23, 25).
Pensad en la flagelación, en la coronación de espinas, en la crucifixión… El cuerpo de Cristo fue desnudado cuatro veces: en casa de Herodes, en la flagelación, al comienzo del Vía Crucis y en la propia crucifixión. Realmente fue entregado en manos de los hombres, como un juguete con el que los hijos de Adán, movidos por Satanás, llevaron a cabo sus juegos macabros.
Pero nos queda un consuelo. Pensad que igual de entregado se encuentra en la Eucaristía. Dios pone el cuerpo de su Hijo en manos del sacerdote, y el sacerdote lo pone en nuestras manos. Podemos profanarlo, o llenarlo de cariño. Procuremos que nuestras comuniones y nuestras visitas al sagrario sean desagravio por tantas injurias. Si le hemos ofendido, también podemos consolarlo.
(TOP25S)