El buen maestro nunca da al alumno todo hecho, ni le muestra verdades aplastantes frente a las que no quepa otra reacción que el asentimiento, ni le ofrece las conclusiones ya elaboradas. Mi padre se queja de que, cada vez que me pide ayuda para un problema informático, me pongo a teclear a toda prisa y le resuelvo el asunto en dos minutos, pero no le enseño a resolverlo. No soy un buen maestro. El buen maestro hace pensar al alumno, le plantea las premisas y deja que él saque las conclusiones.
A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados».
En las parábolas no hay verdades aplastantes. A quienes buscan la verdad, la parábola les marca el camino. Después la inteligencia, al interpretar la parábola, encontrará el tesoro. Pero, a quienes huyen de la verdad, la parábola les permite quedarse a medias en un «no entiendo» que es «no quiero entender».
Porque Jesús sólo quiere que encuentren la verdad quienes la buscan.
(TOI03X)