Cuando envió a aquellos setenta y dos discípulos a predicar, Jesús podría haberles dicho: «Os envío como conquistadores de almas, como soldados del ejército de Dios». Todo ello hubiera sido cierto. Pero la imagen que empleó el Señor es, a primera vista, desconcertante: Os envío como corderos en medio de lobos.
Es preciso mirar a la Cruz para entenderlo. La figura del cordero en medio de lobos expresa a la perfección el sacrificio de Cristo, prolongado en el apóstol. Porque el cordero, que era sacrificado por Israel en la noche de Pascua, estaba totalmente entregado a Dios y era totalmente consumido por el pueblo.
El envío de aquellos setenta y dos es, también, el vuestro. Estáis llamados a ser conquistadores de almas, pescadores de hombres. Pero no realizaréis esta misión con la fuerza, ni tampoco con vuestras dotes de persuasión. La llevaréis a cabo, como Cristo, desde la Cruz: entregando vuestras vidas a Dios en sacrificio de obediencia, y dejándoos comer por los hombres con la mansedumbre del cordero.
Es sencillo, aunque sea difícil: ama a Dios, y déjate comer. Reza hasta que se te derrita el corazón en el pecho. Después, deja que los demás se vivan tu vida.
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