Acabo de conversar con una persona que quiere ser santa. Y me dice: «Estoy triste como el joven rico. Rezo a diario, acudo a diario a la santa Misa, procuro pasar el día cerca de Dios y, sin embargo, hay algo que le estoy negando, pero no sé lo que es»… Le he respondido como si me respondiera a mí mismo: «Estás entregando cuanto tienes, pero te falta entregarte tú. Es lo más difícil».
– ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? – Del César. – Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Los primeros cristianos llamaban al Bautismo «sfragis», que, en griego, significa «sello», a semejanza del sello con que eran marcadas en el lomo las ovejas por su dueño. Como aquella moneda llevaba el sello del César, así llevamos los bautizados en el alma el sello de Cristo; le pertenecemos. Y debemos entregarnos por entero a Él. Una vez que le hemos dado nuestro tiempo y nuestros bienes, aún nos queda por entregar el corazón, el alma, la mente, la memoria, la voluntad… Sólo entonces, ya vacíos de nosotros mismos, seremos invadidos por su Espíritu y gozaremos plenamente de su Amor.
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