Resuena hoy en todos los templos el evangelio del buen Pastor, y resuenan en los televisores noticias sobre los políticos. Muy bien. Así, quien aún no haya sido abducido por el pensamiento único quizás pueda pasar, del televisor, al templo.
Ves la televisión y te preguntas: «¿de quién me fío?» Y respondes que de nadie, que acabarás votando al que estimes menos peligroso. ¿Algún político ha dado su vida por ti?
Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Me fío de Cristo. Él no se ha conformado con enseñarme el camino; camina conmigo y hasta se me entrega en alimento para que no desfallezca. Es pastor y pasto. Sé que le importo, sé que me ama, porque ha muerto por mí. ¿Cómo no fiarme de Él?
Me fío de la Iglesia. Y cuando veo a un sacerdote en un confesonario pienso que ha perdido mucho por estar allí, y que nada recibe en la tierra a cambio de recoger mis pecados y, tantas veces, mis lágrimas. A través de él, Cristo sigue siendo mi buen Pastor. Por eso me inspira más confianza un sacerdote en un confesonario que un político en una tribuna.
(TPB04)