Si vas deprisa no te das cuenta

No sé a ti, pero, a mí, la parábola del siervo sin entrañas me suscita una pregunta: ¿Por qué aquel hombre, a quien tanto le perdonaron, no perdonó después a quien tan poco le debía? ¿Cómo pudo pasársele por alto la misericordia que habían tenido con él, cómo es posible que no se le ablandase el corazón?

Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Yo creo que le sucedió todo demasiado deprisa, se tragó el bocado más dulce sin paladearlo. No se tomó tiempo para profundizar en lo que le había ocurrido. Fue perdonado, y se alegró egoístamente, como si lo mereciera. No pensó en el amo, en su compasión, en su bondad, en cómo había sido amado sin merecerlo, en dónde estaría él ahora de no haber sido amado así… Todo esto se le pasó por alto. Si hubiera reparado en ello, el perdón habría hecho de él una mejor persona.

¿Cómo recibes tú la absolución sacramental? ¿Consideras el Amor de Dios inmerecido que hay tras cada sacramento, para que así ese Amor te haga bueno? ¿O sales del confesonario, cumples deprisa la penitencia, y te marchas deprisa para volver a pecar?

(TOI19J)