No es bastante
Soy hijo de Dios. Por mí mismo nada puedo. Pero me enseñaron que un hijo de Dios puede pedir la luna si le place. Sin embargo, a mí la luna no me basta. ¿Para qué la quiero? No tengo dónde guardarla. Yo quiero más.
Cristo ha resucitado corporalmente, ha invitado a los suyos a palparlo, ha comido y bebido con ellos… Yo quiero eso.
Yo lo resucitaré en el último día. Ahora me alimento cada día con el pan de vida. Y es maravilloso, dulce como la miel al paladar del alma. Pero no es bastante.
Ahora tengo vida eterna, gozo las delicias del cielo en lo más profundo de mi ser. Pero no es bastante.
Cuando muera, mi alma, libre ya de las ataduras de esta vida y de las pruebas y dolores de la muerte, volará hacia Dios y habitará en Él. Pero no es bastante.
Sólo cuando llegue ese «último día», cuando vuelva el Señor entre las nubes del cielo, cuando mi pobre cuerpo resucite y yo recupere mis ojos, mis brazos y mis labios, ya glorificados; cuando pueda mirar los ojos de Jesús, cuando pueda abrazarlo y besar las mejillas de María… sólo entonces será bastante.
(TP03X)