Mi primo, el de Zumosol

Cuando Aarón y Miriam murmuraron contra Moisés, Dios los castigó con la lepra. Moisés era el predilecto de Yahweh, y ay de quien ofenda a un predilecto del Señor. Dios defiende muy bien a los suyos. No toquéis a mis ungidos, no hagáis mal a mis profetas (Sal 105, 15). Del mismo modo defendía Cristo a sus predilectos, los apóstoles; se lanzaba «en tromba» contra quienes los acusaban. ¿Recuerdas cómo salió en su defensa cuando los fariseos se quejaron de que no ayunaban, o no se lavaban las manos antes de comer? Lo mismo cuando los acusaron de recoger espigas en sábado.

Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado. De algún modo, está diciendo: «El sábado es mío, y yo lo comparto con mis amigos. Dejadlos en paz».

Los más jóvenes no sabréis de qué escribo: Cristo es «mi primo, el de Zumosol». Como al Acusador se le ocurra ponerme la zarpa encima, no tengo más que llamarlo y ya pueden temblar todos los demonios. Ay de aquél que se meta conmigo, porque soy el preferido del Señor.

Esto vale también para ti.

(TOI15V)