Madre no hay más que una
Fue san Pablo VI quien quiso que María fuera invocada como madre de la Iglesia. Ese título no es una analogía ni una metáfora. Porque, analogías y metáforas aparte, madre no hay más que una. Cuando yo era niño, los yernos llamaban «mamá» a la suegra. Hace tiempo que no escucho a ningún yerno tomarse esas confianzas. Pero María no es una suegra simpática. Es madre. Verdadera madre.
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Eso se lo dice la partera a la mamá cuando le entrega al niño recién nacido. Y el rostro de la mamá se ilumina, y sus brazos se extienden para abrazar a la criatura salida de sus entrañas.
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Lo acabas de engendrar entre fuertes dolores. Porque los dolores del Calvario no eran sino dolores de parto. Todos los sufrimientos del Hijo resonaron en el corazón inmaculado de la madre. Y ella dio a luz a la eternidad al Cristo total, cabeza y cuerpo, que rasgaba su corazón según nacía con el dolor de siete espadas.
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Míralo, lo has dado a luz, ya es un cristiano. Lo dice por la Iglesia. Lo dice por mí.
(MMI)