Los gozos y las lágrimas
Comienza hoy el decenario al Espíritu Santo. Y en la secuencia se invoca al Defensor como «gozo que enjuga las lágrimas».
¿Qué lágrimas? Desde luego, las de nuestras tristezas, que serán consoladas por ese Amor de Dios. Pero hay unas lágrimas, unas muy especiales, que el Espíritu Santo, al posarse en el alma, convertirá en lágrimas de gozo.
Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver… Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. Antes se celebraba en este jueves la Ascensión del Señor. Y esa ascensión es la causa de nuestra tristeza. ¡Quién, si está realmente enamorado, no llorará cuando el rostro del ser amado se esconde! ¿No os duele no poder ver a Jesús? Si yo pudiera ver ese rostro, si lo pudiera en todo tiempo contemplar resucitado, como por un instante lo contempló la Magdalena, no habría tristeza que no se me volviese dulce.
No serán mis ojos los que vean a Jesús en esta vida, pero el Paráclito traerá a mi alma la noticia de su belleza. Lo veré, entonces, por la fe, y, como le sucedió a la Magdalena, mi tristeza se convertirá en alegría.
(TP06J)