El pudor y la piedad

Dice san Josemaría que el pudor y la modestia son hermanos pequeños de la pureza. Pero la familia es más numerosa. El pudor también se aplica a la piedad, donde nos moverá a guardar el secreto de nuestra intimidad con Dios.

No me gusta, cuando celebro la Misa, ver a dos enamorados acurrucaditos en el banco de la iglesia, aunque sean esposos. No es lugar para eso. Pero tampoco me gusta ver a personas que rezan postradas en el suelo, o con los brazos en cruz, ante todo el mundo. Ni que se me arrodillen en el suelo para comulgar, cuando tengo un comulgatorio en la fila central donde pueden hacerlo sin llamar la atención.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. No creo que las personas a quienes me refiero obren así para llamar la atención. Pero les falta pudor. Hay algo secreto en la intimidad con Dios que debe preservarse para que no se malogre. En el templo, sólo Cristo debe llamar la atención. Nosotros, cuanto más modositos, mejor. El romance debe ir por dentro.

(TOI11X)