Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

octubre 2025 – Página 5 – Espiritualidad digital

Pensar y mirar

Dios te ha dado una cabeza para pensar. Y sería una falta de gratitud no usarla. Piensa y estudia. Aplica el entendimiento, especialmente, a las verdades de la fe. No tengas miedo, ninguna verdad de fe repugna a la razón. Además, debes estar preparado para dar razón de tu fe ante quienes no creen. Si puedes asistir a algún medio de formación doctrinal, no dejes de hacerlo, porque lo necesitas.

Pero si crees que con la razón vas a agotar el contenido del Misterio, te equivocas de parte a parte y estás a un paso de la soberbia, si no has caído en ella ya.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.

La razón piensa y desentraña. Ante el Misterio, sin embargo, somos niños. El niño no piensa, mira y se asombra. Eso es la mirada de fe. La fe no es tanto creer lo que no vemos como ver lo invisible. Por la fe, ante un sagrario te encuentras como ante un abismo de luz. Abres la boca y quedas mudo, no puedes hablar. Adoras. Y te sumerges.

(TOI26S)

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Pecadora era Corozaín. Pecadora Betsaida. Pecadora Cafarnaún. Y pecadores los apóstoles. Sin embargo, para aquellas tres ciudades Jesús tiene palabras terribles, mientras los apóstoles reciben todo el respaldo del Señor:

Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.

Si aquellos Doce no eran menos pecadores que las tres ciudades, ¿por qué esa diferencia?

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Me explico: Los habitantes de Corozaín, Betsaida y Cafarnaún seguían a Jesús por lo que Jesús les daba: los milagros. Les encantaban los milagros. Pero si Jesús les hubiera enviado los milagros por Amazon desde el cielo, les hubiese dado igual, con tal que el repartidor no llegara a la hora de la siesta. Los apóstoles, sin embargo, amaban a Jesús, con milagros o sin milagros. No podían vivir sin Él.

Y es que hay una diferencia entre amar los milagros del Señor y amar al Señor de los milagros. Cuando se ama al Señor de los milagros, uno se da cuenta, tarde o temprano, de que el mayor milagro es su amistad. Y uno estaría dispuesto a perderlo todo por conservarla.

(TOI26V)

Mimos

ángelesVoy a imaginar que todo fuese al revés. Se me acerca Dios y me dice: «Quiero que dediques tu vida a cuidar de este ángel». Y yo pensaría: «A ese ángel lo quiere más que a mí».

Espero que mi ángel no me esté leyendo. Yo no sé si Dios me quiere más que a él, pero sé que su presencia a mi lado es una muestra conmovedora del Amor con que Dios me ama. Él mismo, mi ángel, también me quiere mucho, me lo ha demostrado en infinidad de ocasiones. Otras veces bromea conmigo y casi me enfado, pero luego me doy cuenta de que sus bromas me hacen bien, y de lo mucho que se ríe conmigo. No puedo enfadarme con él.

En definitiva, mi ángel es todo un mimo de Dios. Me siento muy querido, muy mimado y protegido. ¿De qué me quejo?

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. De eso me quejo. De que aún no ha respondido a mi gran pregunta: ¿Cómo es el rostro de Dios? Quizá ni él mismo sepa expresar tanta belleza.

(0210)

Los peros

Malditos peros. Son la forma de decir no diciendo sí. Te llama el Señor, y no quieres decirle que no, porque es Dios y a Dios no se le debe decir no. Eso está feo, es lo que hizo el Maligno. Aunque decirle sí te compromete mucho, porque el Señor no te está pidiendo que vayas a comprarle un paquete de chicles, sino que le entregues la vida entera. ¿Qué harás, entonces? Negociar. Un «sí, pero…».

Sí, pero déjame primero ir a enterrar a mi padre. Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa.

Malditos peros. Nos atan, nos quitan la libertad y nos impiden seguir a Cristo. Lo peor de todo es que, muchas veces, son peros pequeños y estúpidos. Estoy rezando ante el sagrario, pero déjame responder este whatsapp. Voy a misa todos los días, pero no pasa nada porque hoy no vaya, tengo mucho que hacer. Perdono a mi cónyuge, pero no le hablo hasta mañana… Bueno, buscad cada uno vuestros peros favoritos.

Si no cortamos definitivamente con esos peros, nunca seremos discípulos de Cristo. Él no ha dicho: «Te salvo, pero…». Su sí ha sido radical. No le devolvamos un «sí, pero».

(TOI26X)

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