Malditos peros. Son la forma de decir no diciendo sí. Te llama el Señor, y no quieres decirle que no, porque es Dios y a Dios no se le debe decir no. Eso está feo, es lo que hizo el Maligno. Aunque decirle sí te compromete mucho, porque el Señor no te está pidiendo que vayas a comprarle un paquete de chicles, sino que le entregues la vida entera. ¿Qué harás, entonces? Negociar. Un «sí, pero…».
Sí, pero déjame primero ir a enterrar a mi padre. Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa.
Malditos peros. Nos atan, nos quitan la libertad y nos impiden seguir a Cristo. Lo peor de todo es que, muchas veces, son peros pequeños y estúpidos. Estoy rezando ante el sagrario, pero déjame responder este whatsapp. Voy a misa todos los días, pero no pasa nada porque hoy no vaya, tengo mucho que hacer. Perdono a mi cónyuge, pero no le hablo hasta mañana… Bueno, buscad cada uno vuestros peros favoritos.
Si no cortamos definitivamente con esos peros, nunca seremos discípulos de Cristo. Él no ha dicho: «Te salvo, pero…». Su sí ha sido radical. No le devolvamos un «sí, pero».
(TOI26X)