Hace unos días alguien me preguntaba por qué Jesús nos llama, en una parábola, «siervos inútiles», si somos hijos. Me dio para rezar mucho aquella pregunta, pero os ahorro la respuesta porque no tengo espacio. Lo importante es que, en ocasiones, Jesús pronuncia palabras que son una cuchillada a nuestra autoestima. Como hoy.
Si vosotros, pues, que sois malos…
¿Malo yo? ¡Si voy a misa todos los días y siempre saco la basura en casa! Sí. Malo tú. Va por ti.
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos…
Eso eres: un malo que da cosas buenas. Como yo. Cuando distribuyo la comunión o imparto la absolución a un penitente, soy un malo que da cosas buenas, un mortal que da vida eterna, un pecador que regala santidad. Una maravilla, vamos. Pero maravilla de Dios, que se sirve de siervos inútiles para llenar de gracia el mundo.
No te preocupes. Lo nuestro tiene remedio. Mira: ¿Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden? Él es el bueno que nos da lo que nos hace buenos: su Espíritu que nos limpia, nos purifica y nos convierte en otros Cristos.
(TOI27J)