Los que se dejan cuidar
No nos lo acabamos de creer. Tenemos miedo. En el fondo, pensamos que, si bajamos la guardia por un momento, lo perderemos todo. Por eso, incluso cuando estamos rezando, seguimos dando vueltas y vueltas a nuestras preocupaciones.
Y, sin embargo, lo creamos o no, Dios nos cuida. Nos cuida en las necesidades del cuerpo, y también en las del alma. Nos ofrece cada día el Pan de vida, nos viste de gracia en cada confesión, nos envía su Espíritu para que nos ilumine y nos protege en la lucha contra el pecado.
Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta… Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos.
Lo que nos diferencia de los pájaros y los lirios es que ellos no rechazan los cuidados de Dios. Nosotros, sin embargo, muchas veces los rechazamos, y entonces nos quedamos solos y nos perdemos. ¿Imaginas a un pájaro diciéndole a Dios: «Dame otra cosa de comer», o a un lirio protestando: «Déjame escoger el color del traje»? Así somos nosotros. Qué locura.
(TOI11S)