La oveja que sufre
Están viniendo muchos adultos a la Iglesia para pedir el Bautismo. Por lo que a mí respecta, nunca había tenido tantos catecúmenos mayores. Y ninguno de los que conozco viene movido por la culpa o el arrepentimiento, sino por dos motivos: el asco y la sed. Unos llegan porque sienten hastío de cuanto el mundo les ofrece y encuentran en la fe esa pureza que anhelan. Otros, porque se han encontrado con Dios y se mueren de sed.
Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Solemos dar un tinte moral a la parábola de la oveja perdida. Y hablamos de «oveja descarriada» cuando alguien se aparta del camino para buscar la falsa recompensa del pecado. Pero yo creo que cuando el buen Pastor decidió venir al mundo a por la oveja perdida no la miró como a una oveja «mala» necesitada de conversión –que también– sino como a una oveja que sufre y muere lejos del Pastor. Eso fue lo que conmovió su corazón.
El Señor no vendrá sólo para hacernos «buenos» –que también– sino para llevarnos a Casa.
(TA02M)











