Frente a frente

La escena es tremenda, como un duelo entre colosos. Ahí tenéis, frente a frente, a la antigua Ley y al Hombre nuevo, encarados. Y la alianza antigua, en lugar de postrarse ante quien viene a darle plenitud, le planta cara y le exige una señal: «¡Demuéstrame quién eres tú!». Esa arrogancia alcanzará su culmen cuando, en el Sanedrín, el sumo sacerdote interrogue al Mesías y le pregunte abiertamente si es el Hijo del Bendito.

– Maestro, queremos ver un milagro tuyo.

– Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás.

Estas palabras son un lamento: «No queréis hacer mi voluntad, pero me exigís que haga la vuestra. No sabéis quién soy, ni deseáis escucharme. Pues bien: os daré un muerto como señal. Seré un muerto para vosotros, no sacaréis nada de mí salvo mi cadáver».

La antigua Ley halló su redención en Pablo. Cuando aquel fariseo de Tarso se vio, como sus antecesores, cara a cara con el Mesías, en lugar de hacerle frente se postró diciendo: ¿Qué debo hacer? (Hch 22, 10).

Recuerda: No es Dios quien tiene que hacer tu voluntad, sino tú quien debes hacer la suya.

(TOI16L)