El doctorado en amor

Para enamorarte no te hace falta un cursillo. Basta con te pongan cerca a quien te cautive, y te robará el corazón a poco que te des cuenta. Para amar, sin embargo, necesitas que te enseñen. Y, si no te enseñan, o no quieres aprender, no amarás jamás. Porque el que se enamora se entrega sin querer. Pero amar es querer darse.

La primera lección de amor la recibimos de nuestra madre. Nos alimenta con su cuerpo y no nos pide nada a cambio. La lección suprema, el doctorado, el máster, está todo escrito en la pizarra de la Cruz. No hay amor más grande.

Cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Pedro acaba de profesar por tres veces su amor a Jesús. Y Jesús le está diciendo que sí, que sabe que lo ama, pero que aún debe aprender a amar. Cuando eres joven vas a donde quieres, tienes el control. Cuando seas viejo, cuando te dejes llevar y traer, cuando te dejes comer y permitas que otros te quiten la vida, aprenderás a amar como has sido amado.

(TP07V)