De esclavos y reyes

consorteSorprende que, en el día en que veneramos a la santísima Virgen como reina, la sagrada liturgia nos presente un pasaje en el que ella se llama a sí misma esclava:

He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Hace más de treinta años escogí esa frase como lema de mi ordenación sacerdotal y mi primera misa. Y no puedo estar más satisfecho de ello. La Virgen me ha protegido mucho. Pero es cierto que los reyes tienen súbditos, mientras los esclavos tienen amos. ¿En qué quedamos? ¿Reina o esclava?

Reina por ser esclava. Y esclava por Amor. Dulce esclavitud, en la que el corazón se rinde a la ternura de Dios y se entrega por completo. Y se postran el entendimiento y la voluntad ante la grandeza del Bien supremo. Se encuentra entonces, como perla escondida, la verdadera humildad, que no viene del desprecio de uno mismo, sino del hallazgo gozoso de esa grandeza que te hace sentir la más pequeña y agraciada de las criaturas.

Entonces, viéndola así por Amor postrada, Dios mismo la ensalzó y convirtió a la esclava en reina. Reina de cielos y tierra. Tierra donde, paradojas, tantos reyes son esclavos.

(2208)