La Resurrección del Señor

Pascua – Página 5 – Espiritualidad digital

¡Oh, sagrado convite!

¡De qué forma tan maravillosa se unen, en la Eucaristía, el cielo y la tierra sobre el altar! Tan sólo un finísimo velo los separa: la humilde apariencia de pan y de vino. Si esa tela se rasgase, y pudiéramos ver, moriríamos de gozo. En ningún momento está el hombre más cerca del cielo durante su vida mortal que cuando participa con fe en la Eucaristía.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. En cada misa, el Pan baja del cielo a la tierra y el hombre sube de la tierra al cielo. Cuando el sacerdote lo toma en sus manos por vez primera, ese pan es «fruto de la tierra y del trabajo del hombre». Una pobre ofrenda, que representa la pobre ofrenda de nuestras pobres vidas. Pero, al pronunciar las palabras de la consagración, Cristo, traído desde el cielo por el Espíritu, secuestra la apariencia de ese pobre pan y lo convierte en Pan de vida, su propio cuerpo. Y entonces, cuando el cristiano en gracia lo devora, es levantado por encima de la muerte y sentado en el cielo junto a Cristo.

¡Oh, sagrado convite!

(TP03J)

“Evangelio

Mercadona y los alimentos perecederos

naranjasNo está mal trabajar para comer. Mejor ganar el pan con el sudor de la frente que ganarlo con el sudor del de enfrente, que también de ésos tenemos unos cuantos. Pero el trabajo es algo demasiado digno como para agotarlo en Mercadona. Trabajas, comes, y después te mueres. Es lo que tienen los alimentos perecederos: perece el alimento, y perece quien lo come. Y no te engañes: también las latas de sardinas son alimentos perecederos. Aunque tarden más en perecer.

Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre. Se entiende que aquellos hombres, acostumbrados a lo perecedero, preguntasen a Jesús: ¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios? Es decir: ¿Qué trabajo es ése?

Que creáis en el que él ha enviado. ¡Bendito trabajo! Trabajo de oración, de contemplación, de fe. Una oración y una fe que perfuman de vida eterna el desgaste diario. Porque quien reza convierte el trabajo en oración y ofrenda a Dios. Y no agota el fruto de su esfuerzo en Mercadona, porque el propio Mercadona se llena de Dios cuando un santo cruza sus puertas.

(TP03L)

“Evangelio

La Vigilia Pascual, en diferido

Acudir a la iglesia el domingo de resurrección por la mañana para recibir la noticia del triunfo de Cristo es maravilloso, pero la noticia llega tarde. Sólo quienes asisten a la Vigilia Pascual presencian el estallido de la luz rompiendo la noche «en directo». De repente, la iglesia se ilumina, y todo el Antiguo Testamento se pone en pie para gritar. Poco después, el propio Cristo se presenta y da de comer a los suyos.

Los apóstoles se la perdieron. Estaban dormidos. Y también aquellos dos discípulos que volvían a Emaús. Pero, a estos dos, Cristo les celebró la Vigilia Pascual en diferido.

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. El Cirio pascual en persona, encendido de luz deslumbrante, caminó con ellos, les leyó todas las lecturas, se las explicó, y prendió las candelas de sus corazones con el fuego sagrado. ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Después, ya en casa, partió para ellos el pan. Y ellos volvieron felices y comieron con los suyos. En mi parroquia el ágape fue interminable. Nadie se quería marchar.

(TPA03)

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El evangelio del Mar

Hace unos meses volví al Mar de Galilea. Esas aguas son todo un evangelio. En esta ocasión, navegamos al amanecer, con frío, viento y olas. El barco no pudo detenerse, como suele hacer, en el centro del lago, por falta de estabilidad. Así que tuvimos que rezar en movimiento, bien abrigados, mientras las mujeres trataban de apartar su cabello de la cara.

Vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. Pero él les dijo: «Soy yo, no temáis». Cuando el mar está encrespado, Él camina sobre las aguas y calma nuestros miedos. Cuando la vida no encuentra reposo, cuando las preocupaciones y el sufrimiento nos zarandean y parece que no fuéramos sino una frágil rama llevada por las olas, su palabra, solemnemente erguida sobre la muerte, nos devuelve el sosiego.

Los mismos apóstoles a quienes se les apareció caminando sobre el Mar lo vieron, más tarde, llamándolos desde la orilla, después de haber resucitado de entre los muertos. También nosotros, un día, lo veremos allí, pronunciando nuestro nombre desde el cielo y abriendo sus brazos para nosotros. Llegará a puerto nuestra barca, y todo será paz. Ya no habrá noche ni tormenta.

(TP02S)

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La Pascua del Pan

que nada se desperdicieHoy y mañana asistimos al prefacio de un período fascinante de la Pascua que comenzará el lunes próximo: el discurso del Pan de vida. En la tercera semana del tiempo pascual, la Iglesia centra su mirada en la Eucaristía como el alimento nuevo del nuevo hombre nacido de Dios. La vida recién estrenada requiere un pan nuevo, celeste, que nos hace gustar dulzuras de cielo mientras caminamos en la tierra.

Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió. Así anunciaba cómo su propio cuerpo, subido al Calvario y encaramado a la Cruz, sería partido como pan para ser alimento de su pueblo. Cada vez que el sacerdote, antes de la comunión, parte la sagrada Hostia, recuerda ese momento. Porque fue entonces, cuando Cristo inclinó la cabeza y murió, cuando se quebraron todas las hostias de todas las misas que se celebran en el mundo. ¡Qué instante tan tremendo!

Dedica estos días a gozar de la Eucaristía. Que tus comuniones no sean menos conmovedoras que aquel encuentro entre Jesús y María Magdalena a las puertas del sepulcro. Abrázate a Él, como ella, llora como ella lloró, y procura retenerlo aunque, una vez más, Él vuelva a escaparse.

(TP02V)

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Ahora vienes de lo alto

¡Cómo han podido cambiar tanto las cosas en tan poco tiempo! Hace menos de dos meses era Miércoles de Ceniza. Y, entonces, el sacerdote te dijo lo mismo que dijo Yahweh a Adán tras su caída: «Recuerda, hombre, que eres polvo, y al polvo volverás». Hoy, pasada la Cuaresma y cruzado el umbral de la Pascua, te anuncia el Señor: El que viene de lo alto está por encima de todos. Y no mires a otro lado, lo dice por ti. Tú, que venías del polvo y al polvo volvías, has nacido de nuevo, y has nacido de Dios. A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios (Jn 1, 12-13).

Has nacido de lo alto y te diriges a lo alto, al cielo. Todo ha cambiado para ti. Procedes de Dios y, unido a Cristo, vuelves a Dios. Estás en la tierra de paso, y quien te vea debe notar que, aunque pisas fuerte el suelo, no eres de aquí. Todo en tu vida señala al cielo.

(TP02J)

“Evangelio

Tanto me amó Dios…

Las palabras de Jesús a Nicodemo se leen mejor si se despeja el plural y cada uno se sitúa ante ellas en el singular más íntimo. De este modo, el tanto amó Dios al mundo queda convertido en «tanto me amó Dios a mí».

Tanto me amó Dios que entregó a su Unigénito, para que yo, creyendo en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna. Jesucristo es el gran regalo de mi vida. Me lo ha entregado Dios, porque me ama. Y me lo ha entregado porque Él quiere que viva. Yo me ahogaba en las aguas del pecado y de la muerte, estaba perdido a causa de mis culpas y abocado al sepulcro. Entonces Dios me miró, tuvo compasión de mí y me envió a su Hijo. Él se entregó por mí, y en la Cruz formó para mí una escalera, de modo que, abrazado fuertemente al Crucifijo por la fe, pudiera yo dejar atrás las aguas de la muerte y escalar al cielo. Ahora vivo con Él, quiero vivir crucificado con Cristo, y de su costado abierto bebo vida eterna cada día.

Gracias, Padre, por tu Hijo Jesús. Él es el beso con que me has besado.

(TP02X)

“Evangelio

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