Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Navidad – Página 3 – Espiritualidad digital

Cuando el Niño educó a sus padres

familiaAhora, cuando un niño se pierde en una playa o en unos grandes almacenes, lo hacen famoso. Empiezan a gritar su nombre y apellidos por los altavoces, y el pequeño se convierte en una estrella del rock. Lógicamente, papá y mamá se mueren de vergüenza, porque la gente los mira, pero se sienten aliviados por haber encontrado al chiquitín.

Entonces no era así. Cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Y, cuando lo encontraron, le reprocharon el mal trago que les hizo pasar. Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados. Una carmelita descalza me dijo que estaba convencida de que José le dio un bofetón al Niño. Pero yo no me lo creo. Creo que José, como María, conservaba todo esto en su corazón.

Porque Jesús les había querido decir algo. Él estaba al servicio del plan de su Padre, y ellos también deberían postrarse ante ese plan. Aunque doliera.

Papás, mamás: Dios ha puesto en vuestras manos a sus hijos. Pero esos hijos son suyos. No queráis protegerlos demasiado, no fuera a ser que los protegierais también del plan de Dios.

(SDAFAMC)

“Evangelio 2025

De Egipto llamé a mi hijo

Si tú fueras Dios, acabarías con el hambre en el mundo, con las guerras, con la muerte de niños desvalidos, con la mentira, con las injusticias y hasta con las derrotas de tu equipo de fútbol. Te anunciamos que Dios ha venido a la tierra, y gritas que es mentira. Que sigue habiendo hambre y guerras, que los niños mueren cruelmente, que siguen reinando la mentira y la injusticia y tu equipo va a bajar a segunda. Por tanto, Dios no existe.

O quizás Dios no es como tú.

Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores. Y esta masacre sucedió poco después de que Dios viniera a la tierra.

Porque Dios no ha venido a solucionar problemas, sino a perdonar pecados. Los problemas siguen, los sufrimientos persisten, y Él mismo es perseguido y desterrado a Egipto, tierra de esclavitud. Lo que ha cambiado es que ahora, con su presencia, las sombras se llenan de claridad.

De Egipto llamé a mi hijo. Y, con Él, a ti y a mí. Volvemos a casa, al cielo, y volvemos como hijos. Para eso ha venido Dios a la tierra.

(2812)

“Evangelio 2025

Ver mientras miramos

Alguien dijo que fe significa creer lo que no vemos. Pero san Juan nos ha enseñado que la fe es ver, ver con los ojos del alma lo que escapa a los ojos del cuerpo. No, el acto de fe no consiste en cerrar los ojos y gritar: «¡Creo!», sino en mantener los ojos muy abiertos y dejar que una luz ilumine lo que hay detrás del misterio contemplado. Mientras los ojos miran a la Hostia encerrada en la custodia, el alma susurra: «¡Señor mío y Dios mío!».

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Ante la visión de unos lienzos plegados en el suelo de un sepulcro, Juan ve a un Resucitado que ha vencido a la muerte y ha salido a la calle. Eso es fe.

Porque al Niño Dios no le salían rayos de la cabeza, como esas potencias que adornan al Niño Jesús de los belenes haciendo que te pinches cuando quieres besarlo. Al Niño Dios le asomaban moquitos por la nariz. Y la Virgen, mientras los limpiaba con su pañuelo blanco, se sumergía en un dulce asombro al pensar que estaba limpiando los moquitos de Dios.

(2712)

“Evangelio 2025

Ahí hay un hombre que no dice «Ay»

Ahí hay un hombre que dice «¡Ay!». Normal, le están tirando piedras y una le ha dado en la cabeza. Cuando una piedra te da en la cabeza dices «¡Ay!». Y, si puedes, sales corriendo. Incluso algunos recogerían la piedra del suelo y se la devolverían al agresor, para que también dijese «¡Ay!». Todo eso es normal.

Lo que no es normal es que a uno le tiren piedras y, en lugar de decir «¡Ay!» diga, como Esteban: Señor Jesús, recibe mi espíritu (Hch 6, 59), mientras implora el perdón para sus agresores. Eso no es normal. Es una interrogación como la copa de un pino.

Un hombre que no dice «¡Ay!», sino que entrega su espíritu y perdona a sus verdugos es alguien que ha encontrado una alegría que nada ni nadie le puede arrebatar; ni las pedradas, ni los insultos, ni las privaciones ni la muerte. Es un hombre feliz.

Ésa es la alegría que Dios trae al hombre en Navidad. El cielo ha bajado a la tierra, y Cristo en la tierra se ha convertido en camino del cielo. ¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra? (Sal 72, 25).

(2612)

“Evangelio 2025

Mirando el Belén con ojos de fe

Llegas a misa el día de Navidad, y, al llegar el momento de la proclamación del Evangelio, esperarías encontrar allí a la Virgen, san José, el Niño y los pastores en medio de la noche. Pero, en lugar de eso, te encuentras con las palabras de san Juan:

En el principio existía el Verbo… Y el Verbo se hizo carne.

¿Dónde están la Virgen, san José, los pastores y los ángeles? Todos están allí, es la mirada de san Juan la que sorprende. Porque contempla con ojos de fe. Escucha de nuevo sus palabras mientras miras el Belén.

San Juan nos ha trazado una línea como la caída del rayo; una línea que parte de lo más alto del cielo (el Verbo Divino) y desciende hasta lo más frágil de la tierra, la carne, la carne de un bebé sumido en la pobreza y recostado en el pesebre de un establo.

Te está diciendo –mira el Belén– que Dios se ha postrado ante el hombre, que tienes a Dios a tus pies, que Dios ha enloquecido de Amor por ti y se ha hecho más pequeño que tú. ¿Qué haces de pie?

Póstrate ahora tú a sus pies. Venite, adoremus.

(2512)

“Evangelio 2025

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