Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

12 julio, 2025 – Espiritualidad digital

Malos que rezan

Las palabras del Señor confortaban y escocían. Nunca daba puntada sin hilo.

Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino…

Para representar a ese personaje que pasa de largo ante el sufrimiento del hermano, bien podía haber elegido Jesús a un comerciante o a un ladrón. Pero quiso escoger, precisamente, a un sacerdote, un levita. Y así, en la parábola del buen samaritano, el bueno es un maldito y los malos son… ¡los que rezan! Toma jeroma, pastillas de goma.

Rezar es bueno, ay de nosotros si no rezáramos. Y rezar nos hace buenos, si rezamos bien. Pero hay gente mala que reza. Iré más allá: hay gente que, cuanto más reza, peor se vuelve, porque su oración los deshumaniza, los aleja del prójimo. Son «místicos» que, mientras ascienden al cielo en su oración, se dejan la vida en el suelo. Se acercan a Dios huyendo de los hombres y buscando la falsa paz del egoísta. Aquí, en la iglesia, sí que se está bien, y no en casa aguantando a mi familia.

Creo que has entendido al Señor y me has entendido a mí. Una oración que no se plasma en misericordia no es verdadera oración. Es otra cosa.

(TOC15)

Así funciona la Providencia

Hablamos mucho de la Providencia, pero no sé si caemos en la cuenta de su faceta más sorprendente: que no siempre funciona.

¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.

Supón que Dios y tú vais en coche. Cuando le permites tomar el volante, y tú te limitas a dejarte llevar por Él y a obedecerle en todo, la Providencia funciona. En ese viaje pasaréis por túneles, se os hará de noche, lloverá y granizará sobre el parabrisas, lucirá también un sol radiante y escucharéis música por el camino. El coche, finalmente, llegará al cielo, y allí la Virgen te abrirá las puertas para abrazarte y llevarte ante Jesús.

Pero si te empeñas en sentarte en el asiento del conductor, Dios te lo permitirá. No se retirará, se quedará en el asiento de atrás como acompañante. Y, cuando te despeñes –porque te despeñarás–, se despeñará contigo y morirá en Cruz para recuperar tus restos. Si te dejas.

Así funciona la Providencia.

(TOI14S)

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