No sabemos quién habló de Jesús a Herodes, pero sabemos que habló bien. Porque Herodes se decía: «¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de verlo. Quizá le hablaron de sus milagros, de su predicación, de las multitudes que lo seguían… y aventuraron que podría ser el mismísimo Juan redivivo, o uno de los antiguos profetas. Lo cierto es que captaron su interés. Herodes se moría por ver a Jesús. Si su posterior encuentro con él fue un fracaso, la culpa fue suya. Pero ese interés, sembrado en muchas almas, daría abundantes frutos de vida eterna.
Ahora habría que preguntarse quién ha hablado de Jesús a muchos hombres. Porque muchos cristianos callan su nombre fuera del templo. Y otros, con verdadero afán apostólico, se acercan a quienes no creen para invitarlos a misa, o a confesarse, o a rezar… como si quienes los escuchan conocieran a Cristo. ¡Pero no lo conocen! ¿Cómo van a rezar si no conocen al Señor?
Deja lo de la misa y la confesión para más tarde, y habla de Cristo. No tengas miedo a pronunciar su nombre. Suscita el interés de los hombres por Él, y después irán a la iglesia.
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