La Resurrección del Señor

Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán – Espiritualidad digital

El santo dolor de los pecados

El látigo de Cristo llora sangre. Lleva en sus cuerdas el llanto de un corazón que ve la casa de su Padre convertida en lugar de pecado y de comercio. ¿Cómo te sentirías si vieras el hogar donde creciste convertido en guarida de ladrones, y la alcoba donde amorosamente fuiste engendrado convertida en lupanar?

Quitad eso de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Por desgracia, siempre habrá mercaderes en la casa de Dios mientras habitemos en esta tierra. Siempre existirán, en el alma y en la Iglesia, intereses carnales y pecados. Pero si, al menos, su presencia nos hace sufrir y nos mueve a penitencia, ese dolor y esa expiación serán látigo que purifique el templo.

Sin embargo, si un día los pecados no nos hicieran sufrir; si conviviéramos pacíficamente con ellos; si llegáramos a sentarnos con los mercaderes en la casa de Dios para repartir con ellos las ganancias… moriríamos.

Haz examen de conciencia cada noche. Y renueva el dolor de tus pecados y el propósito de enmienda antes de dormir. Así dormirás tranquilo y vivirás en paz, con la paz más deseable: la de quien no descansa en su guerra contra el pecado.

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