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Espiritualidad digital – Página 42 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Los silencios de la Palabra

Es una paradoja de ésas que hacen estremecer. Esperamos en Adviento a la Palabra y, cuando venga, muchos recibirán silencios. Silencios de la Palabra. Silencios que deberían ser escuchados.

Ante la insolencia de los sumos sacerdotes, que le exigían a Jesús explicaciones pero se negaban a abrir su corazón ante Él, el Señor responde con un silencio:

Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.

Ante ellos callará también cuando lo juzguen en el Sanedrín. Y callará ante Herodes, y se negará a realizar el signo que le pidan los fariseos.

Hay una oración que no recibe de Dios otra respuesta que el silencio: es la oración del soberbio, de quien pide cuentas al cielo o exige favores a Dios como si tuviera derecho a ellos. Ese silencio del Señor no significa indiferencia ni desprecio, porque nadie le es indiferente a Cristo y a nadie desprecia el buen pastor. Ese silencio es una palabra poderosa que requiere ser escuchada, y que yo traduzco en estas líneas como puedo:

«Puesto que tan fuerte eres, auxíliate tú mismo. Cuando sepas que eres débil y me pidas ayuda desde tu debilidad, te responderé».

Sí. En ocasiones, Dios se cruza de brazos.

(TA03L)

“Misterios de Navidad

Ni en Chequia, ni en Eslovaquia

Habían creído el anuncio de Juan, y por eso sabían que el Mesías estaba cerca. Pero se encontraban desconcertados. ¿Cómo hacer para recibirlo?

La gente, los publicanos, los soldados… todos preguntaban lo mismo: ¿Qué debemos hacer? También Saulo, al encontrarse con Jesús, preguntó: ¿Qué debo hacer, Señor? (Hch 22,10).

Quizá te lo has preguntado muchas veces: ¿Qué debo hacer? ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Qué camino debo tomar?

No puedo evitar acordarme (qué risa) de cuando, siendo seminarista, tuve una «revelación particular». Era el año 1989, acababa de caer el Muro de Berlín y yo estaba entusiasmado con aquello. Lo veía clarísimo. Pero, como no tenía al Bautista al lado, para estar seguro de que no me equivocaba consulté a don Enrique, mi director espiritual: «Don Enrique, veo clarísimo que el Señor quiere que sea sacerdote en Checoslovaquia». Las carcajadas de don Enrique se oyeron en la luna. Después me dijo: «Anda, aprueba la Teología Fundamental y déjate de checoslovaquias». Menos mal. De haber seguido aquella iluminación, no sé dónde andaría ahora, si en Chequia o en Eslovaquia. Ay de mí.

No, no tenemos al Bautista. Pero tenemos, debemos tener, un director espiritual a quien preguntar «¿qué debo hacer?». Aprovéchalo.

(TAC03)

“Misterios de Navidad

Triste, pero cierto

Bajaban en silencio del monte. Allí, en el Tabor, Jesús había mostrado su gloria a aquellos tres apóstoles, y ahora no dudaban de que Cristo era el Mesías de Dios. Pero, mientras, descendían, pensaban en su interior: «Y si Él es el Mesías, ¿por qué no se ha cumplido el anuncio que, según los escribas, hacen las Escrituras proclamando que Elías aparecerá primero?». Se lo preguntaron a Jesús:

Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos.

Es una queja sobrecogedora. Hay que seguir preguntando. ¿Quiénes son «ellos»? ¿Quiénes no reconocieron el espíritu de Elías en Juan Bautista? ¿Quiénes harán padecer al Hijo del hombre?

No son los romanos idólatras, sino hijos del pueblo elegido, personas religiosas que tenían perfectamente controlada su religión y su vida, y que vieron en Juan y en Jesús una amenaza terrible: si les hacían caso, deberían obedecer, perder el control y dejarse invadir por Dios. No, no es lo mismo tener a Dios controlado que dejarse invadir por Él.

Triste, pero cierto.

(TA02S)

“Misterios de Navidad

Flautas y lamentaciones del Adviento

Se mezclan, en el Adviento, claridades y sombras, tristezas y esperanzas de un «ya, pero todavía no». Nuestra madre, la Iglesia, nos las va mostrando de día en día, y así nos marca el paso al encuentro del Señor que viene. Prestémosle atención, no vayamos a merecer el reproche del Maestro:

Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado.

Las lamentaciones del Adviento nos vienen por boca de Juan Bautista. Él nos recuerda nuestras culpas y nos invita a la penitencia. Si el Señor está lejos, no es porque Él se haya desentendido de nosotros, sino porque nosotros nos alejamos de Él. Ahora le gritamos cuánto lo echamos de menos, le mostramos nuestro sincero arrepentimiento y nuestro deseo de conversión. Las lágrimas de Adviento saben a nostalgia.

La flauta del Adviento es la Virgen santísima. Me gustan, en Adviento, esas imágenes de María encinta, y casi escuchamos cómo, mientras se palpa las entrañas, nos anuncia que Jesús viene, que está cerca.

Si fomentamos en Adviento esos dos sentimientos en la oración, de modo que ni nuestras alegrías ni nuestras tristezas sean nuestras, sino de Dios, prepararemos el corazón para la venida de Cristo.

(TA02V)

“Misterios de Navidad

Tiempo de guerra y noche de paz

Hablábamos ayer del descanso. Hablemos hoy del cansancio. Porque, desde el momento en que Juan alzó su voz en el desierto, se inició un combate, y ese combate marca el Adviento. Es la lucha de la luz contra las tinieblas.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan.

Salir al desierto para preparar el camino al Señor conlleva violencia. Dejar atrás las pasiones, las seducciones del mundo y los afanes terrenales requiere el uso de la espada. No es como vaciarse los bolsillos. Esas pasiones, seducciones y afanes te persiguen mientras caminas, porque quieren arrebatarte el reino. Y también los demonios, mientras te encaminas hacia Dios, se vuelven contra ti para impedirlo. Mientras estabas «en tus cosas», no te molestaban, porque allí te tenían preso. En cuanto has decidido dejar «tus cosas» atrás para salir al encuentro de Cristo, se han puesto en pie de guerra.

Guerra tendrás hasta el 25 de diciembre. Los ángeles, y el propio Dios, combatirán junto a ti. Pero, si no te rindes, el 24 por la noche, mientras un niño es recostado en un pesebre, cantarás «Noche de paz». Él reinará.

(TA03J)

“Misterios de Navidad

Aunque la siesta no es de precepto…

La antigua serpiente quiso mostrar ante Eva la imagen de un dios tirano que prohibía a los hombres comer de los árboles del jardín. El eco de esa voz aún perdura, y se infiltra en las conciencias de muchos cristianos, quienes, en el fondo de su corazón, creen que Dios quiere verlos sufrir antes de compensarlos en el cielo por sus padecimientos. Obedecen con más facilidad al confesor cuando les pide que hagan una penitencia que cuando les aconseja echarse la siesta después de comer. ¡No puede ser! ¡Cómo me va a pedir Dios que me eche la siesta! Jajaja.

No, la siesta no es de precepto, aunque en algunos casos es muy curativa. Pero, si escuchas en tu interior, muchas veces al día oirás a Dios decirte: «Descansa. Ven y descansa».

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. «Te escapas de Mí, te vas a las cosas, a las preocupaciones, y te cansas. Recógete en tu interior, ven a Mí, toma mi yugo y encontrarás descanso. Echarás alas como de águila, y esas alas serán mis brazos abiertos en la Cruz. Caminarás sin fatigarte, correrás sin cansarte, porque estarás apoyado en Mí».

(TA02X)

“Misterios de Navidad

La secreta alegría del Crucificado

Hay una alegría secreta –un secreto a voces– en el corazón de Cristo mientras cuelga de la Cruz. Es la alegría de un abrazo lleno de dolor y consuelo, un gozo bañado en lágrimas que compensa todos los padecimientos del camino recorrido hasta llegar a él.

Si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

El Verbo divino dejará en el cielo a los ángeles y vendrá a la tierra en busca del hombre, su oveja perdida. En busca de ti. Y, aunque esa búsqueda lo lleve a adentrarse en la pobreza de Belén y en la fetidez de un establo, para seguir camino hasta las angustias y el oprobio de la Cruz, el Pastor se alegrará de haber encontrado a su pequeña.

Cuando, dentro de unos días, lo veas postrado en el pesebre de Belén, escucha cómo te dice: «¡Qué alegría verte! He venido aquí a por ti». Y lo mismo dirá después desde la Cruz, cuando, sumergido en el dolor que te rodea y la muerte que te acosa, manchado con los pecados que te condenaron, te diga entre lágrimas: «¡Qué alegría encontrarte!».

(TA02M)

“Misterios de Navidad

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