Flautas y lamentaciones del Adviento
Se mezclan, en el Adviento, claridades y sombras, tristezas y esperanzas de un «ya, pero todavía no». Nuestra madre, la Iglesia, nos las va mostrando de día en día, y así nos marca el paso al encuentro del Señor que viene. Prestémosle atención, no vayamos a merecer el reproche del Maestro:
Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado.
Las lamentaciones del Adviento nos vienen por boca de Juan Bautista. Él nos recuerda nuestras culpas y nos invita a la penitencia. Si el Señor está lejos, no es porque Él se haya desentendido de nosotros, sino porque nosotros nos alejamos de Él. Ahora le gritamos cuánto lo echamos de menos, le mostramos nuestro sincero arrepentimiento y nuestro deseo de conversión. Las lágrimas de Adviento saben a nostalgia.
La flauta del Adviento es la Virgen santísima. Me gustan, en Adviento, esas imágenes de María encinta, y casi escuchamos cómo, mientras se palpa las entrañas, nos anuncia que Jesús viene, que está cerca.
Si fomentamos en Adviento esos dos sentimientos en la oración, de modo que ni nuestras alegrías ni nuestras tristezas sean nuestras, sino de Dios, prepararemos el corazón para la venida de Cristo.
(TA02V)