Nunca es tarde…

Con empresarios así, no habría más paro que el culpable, el de quienes no quieren trabajar. El dueño parece más empeñado en dar trabajo a sus semejantes que en optimizar recursos. Es capaz incluso de contratar jornaleros cuando apenas queda una hora de faena, la última hora.

– ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?

– Nadie nos ha contratado.

En palabras de Jesús, esta escena tuvo lugar al caer la tarde. Porque, aunque era la hora sexta, se oscureció el cielo hasta la hora nona. Era, en efecto, la última hora, su última hora. Y eran dos los desempleados, los que llevaban el día entero, la vida entera sin trabajar, porque nadie los había contratado. No habían encontrado nunca a un Señor que diera sentido a su existencia. Ahora lo tenían allí, crucificado junto a ellos e invitándolos a unirse a Él en su muerte y entregarse con Él en sacrificio por la redención de las almas. Pero sólo uno aceptó el empleo.

Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23, 43). Porque, como anunció en la parábola, pagó el jornal empezando por los últimos. Nunca es tarde si la dicha es buena y el hombre sabe aprovecharla.

(TOI20X)