Lo que Barrio Sésamo no me contó
Soy un «boomer». Y los «boomer» españoles fuimos educados en la EGB y en Barrio Sésamo, complemento imprescindible en nuestro aprendizaje. Cada vez que leo «grande», «pequeño», aparecen en mi imaginación la rana Gustavo y Coco. Ellos me enseñaron a distinguir entre grande y pequeño.
Pero, claro, Gustavo y Coco no estaban bautizados, y por eso tenían sus deficiencias. Cuando en el Evangelio se dice «grande» y «pequeño» hay matices que ni el reportero más dicharachero ni el monstruo azul podían comprender.
No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Ahora es Cristo quien dice «grande» y «pequeño». Y nos enseña que hay grandezas y humildades distintas en la tierra y en el cielo.
La grandeza de Juan viene de su penitencia, sus ayunos, su austeridad y su esfuerzo. Es un coloso, un gigante para este mundo. La grandeza del Reino, la de los hijos de Dios, sin embargo, viene del Amor: es la del niño alzado y protegido en brazos de su Padre. Es la omnipotencia de san Pablo: Todo lo puedo en aquél que me conforta (Flp 4, 13).
(TA02J)











