La verdadera castidad

La búsqueda incansable de la verdad llevó a Edith Stein al bautismo, del bautismo al Carmelo, del carmelo al martirio, y del martirio al cielo, donde consumó su unión con Cristo, la Verdad.

El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.

Especialmente en una fiesta como ésta, la lámpara encendida es la castidad de las vírgenes. Por eso dijo el Señor que los limpios de corazón verán a Dios. Porque la lujuria es barro en los ojos, mientras la castidad convierte en cristalina la mirada del corazón.

Los insensatos piensan que la castidad es mutilación que priva del amor al hombre. Pero es la lujuria la que pervierte el amor. La castidad sublima el amor hasta alturas divinas, y sus gozos son deleites de cielo. Porque la castidad verdadera no es mera abstinencia. Es el vuelo del corazón que lo lleva a una relación espiritual de amor con Cristo, un amor que está por encima del egoísmo de la carne. Y ese amor se desborda después en caridad hacia los hermanos. Nadie ama tanto como aman las almas castas. Nadie ama mejor que ellas. Porque aman como Dios.

(0908)