El tesoro escondido y el joven rico

La parábola del tesoro escondido en el campo expresa a la perfección lo que el joven rico no quiso entender:

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

 ¿Acaso no se refería a eso Jesús cuando dijo al joven: Anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme (Mc 10, 21)?

Claro que se refería a eso. Para nosotros, el campo es el alma, porque en el alma en gracia mora Cristo. La alegría del que encuentra el tesoro es la alegría que Cristo esparce en el alma como un perfume de cielo, y que nadie nos puede arrebatar. Y vendemos cuanto tenemos para comprar el campo, no cuando plantamos un mercadillo en la puerta de casa y sacamos dinero para los pobres vendiendo hasta los calcetines, sino cuando, simplemente, nos dejamos comer por los demás.

Mientras el prójimo nos quita la vida, sonreímos porque hemos ganado el alma, y en ella está bien guardado nuestro único tesoro: Cristo.

(TOI17X)