El centinela de la aurora y la caja de zapatos

Me dijiste que, mientras estabas arrodillada en la capilla del Santísimo, el sagrario te parecía una caja de zapatos. Zapatos de lujo, caja de lujo, pero caja de zapatos. Y te aconsejé que siguieras postrada y no apartaras los ojos de allí.

Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora (Sal 129, 7). Somos los centinelas de la aurora. El centinela mira al oriente, y sólo ve tinieblas. Pero no aparta los ojos del horizonte, porque confía en que, si mantiene su mirada clavada como una flecha en esas sombras, cuando menos se lo espere un halo de claridad disolverá suavemente las tinieblas, y después contemplará el triunfo del sol. Los hijos de la noche le invitan a darse la vuelta, a acercarse a sus fuegos para comer y beber con los borrachos, pero él los ignora y permanece fiel a su guardia.

Finalmente, amanece, y el sol baña el rostro del centinela fiel, mientras los borrachos yacen dormidos entre sus vómitos. Él intenta despertarlos, pero ellos se dan la vuelta y siguen durmiendo.

Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. No apartes tus ojos de esa «caja de zapatos».

(TOI21J)