Contra el lavaplatos
Estoy en contra del lavaplatos. Seguramente, porque no lo necesito. Vivo solo, y tardo menos en limpiar mi escueta vajilla a mano. Mi hermana tiene lavaplatos, y muchas veces, como no haya dejado las copas boca abajo, salen peor de lo que entraron. Se limpia mejor por dentro a mano. Siempre y cuando se trate de copas, claro, o de vasos. Por ahí cabe la mano. Con otros recipientes es más difícil.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.
El corazón no se puede limpiar a mano. Ni tampoco en el lavaplatos, no puedes sacártelo para ponerlo en la rejilla junto a la paleta del pescado. ¿Cómo se limpia por dentro el corazón? ¿Cómo se lo libera de las ronchas del egoísmo, la soberbia, la sensualidad y el amor propio?
Sólo el Espíritu, que penetra hasta el fondo del alma, puede limpiar el corazón. Oración frecuente, confesión frecuente, comunión frecuente, lectura frecuente del Evangelio… y silencio. Hasta que el corazón se llene de los sentimientos de Cristo.
(TOI21M)