Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Fiestas de la Virgen – Página 2 – Espiritualidad digital

Madre no hay más que una

Fue san Pablo VI quien quiso que María fuera invocada como madre de la Iglesia. Ese título no es una analogía ni una metáfora. Porque, analogías y metáforas aparte, madre no hay más que una. Cuando yo era niño, los yernos llamaban «mamá» a la suegra. Hace tiempo que no escucho a ningún yerno tomarse esas confianzas. Pero María no es una suegra simpática. Es madre. Verdadera madre.

Mujer, ahí tienes a tu hijo. Eso se lo dice la partera a la mamá cuando le entrega al niño recién nacido. Y el rostro de la mamá se ilumina, y sus brazos se extienden para abrazar a la criatura salida de sus entrañas.

Mujer, ahí tienes a tu hijo. Lo acabas de engendrar entre fuertes dolores. Porque los dolores del Calvario no eran sino dolores de parto. Todos los sufrimientos del Hijo resonaron en el corazón inmaculado de la madre. Y ella dio a luz a la eternidad al Cristo total, cabeza y cuerpo, que rasgaba su corazón según nacía con el dolor de siete espadas.

Mujer, ahí tienes a tu hijo. Míralo, lo has dado a luz, ya es un cristiano. Lo dice por la Iglesia. Lo dice por mí.

(MMI)

La doble visitación

Segundo misterio: la Visitación de María a su prima Isabel. 31 de mayo: La Visitación de la bienaventurada Virgen María.

Olvidamos algo. La visita es doble, a Isabel se le llenó la casa.

Se llenó Isabel del Espíritu Santo. ¿Acaso esa visita es menos importante? El gran Visitador, el Espíritu, primero había visitado a María y había depositado en sus entrañas al Verbo divino. Y ahora visita el alma y el vientre de Isabel. El alma la llena de gozo, y en el vientre hace bailar por soleares al pequeño Juan. ¿Lo libró entonces del pecado original? Algunos lo dicen. Yo no lo sé.

¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Esas palabras no se explican si no es por una inspiración del Paráclito. Está llamando «Señor» al Hijo de María; se está adelantando al concilio de Éfeso y proclamando a la Virgen madre de Dios.

Visitación, sí. ¡Pero menuda visitación! Abre las puertas del alma. Echa de casa, con una buena confesión, a todos esos mercaderes que son tus pecados, y que te visiten la Virgen y el Paráclito. Verás qué alegría.

(3105)

Tú déjale a Él, que Él sabe

Era yo joven, volvía de la Universidad, y se me averió el coche en mitad de la carretera. Lo detuve en el arcén, y lo lógico hubiera sido llamar a una grúa. Pero el compañero que viajaba conmigo, bendito sabelotodo, me dijo: «¡Tú déjame a mí, que yo sé!». Abrió el capó, sacó una pieza, se la llevó a los labios y sopló fuerte diciendo que iba a desatascarla. La pieza salió volando hacia la carretera y la avería me salió por un pastón. ¡Qué gracioso, mi compañero!

Así comenzó la historia del pecado. Dios había creado al hombre para que se dejase cuidar y alimentar por Él. Pero el hombre, instigado por la serpiente, ante la vista del fruto prohibido le arrebató su vida a Dios y le dijo: «Tú déjame a mí, que yo sé lo que me conviene comer y lo que no». Maldita hora.

He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Hoy comienza la historia de la Redención. Hoy, por la obediencia del Verbo encarnado y la docilidad de la santísima Virgen, el hombre le dice a Dios: «Te dejo a Ti. Tú sabes. Me pongo en tus manos». Bendita obediencia.

(2503)

Nada sin ella. Simetrías y rimas de un poema divino

El Evangelio es un cuadro pintado por un Artista. Hay en él una armonía, un orden que escapa a cualquier genio humano. Fíjate, por ejemplo, en la perfecta simetría de su hechura.

Desciende el Verbo del cielo, y se oculta en el vientre de la Virgen. Volverá a entrar en el cielo desde un sepulcro cerrado. Sale Jesús del seno materno, y se inclina ante Él su madre para arroparlo. Antes de ser enterrado, esa misma madre se inclina para recibir en sus brazos el cuerpo muerto y desnudo del Hijo. Lo lleva la madre al Templo, y allí, de pie, junto al sacerdote, lo ofrece a Dios. Antes de morir, junto a la Cruz, la misma Virgen, de pie, ofrecerá al Padre el cuerpo del Hijo. Es una maravilla.

Cuando se cumplieron los días de la purificación, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor.

Ya te lo he descrito. Ahora lo presenta niño; en el Gólgota lo presentará crucificado. En esos dos momentos, en que el cuerpo del Hijo es presentado al Padre, quiso Jesús estar acompañado por María. Y, con Él, la Virgen nos presenta a nosotros en cada misa. Nada sin ella.

(0202)

La puerta de todos los silencios

A la Virgen la llamamos «Puerta». Puerta por la que Dios entró en la tierra. Puerta por la que entramos a la presencia de Jesús. Y puerta, también, del año nuevo, pues con la solemnidad de Santa María, madre de Dios, comenzamos el mes de enero.

Bendita puerta. A través de ella accedemos al Misterio y somos acogidos en el Hogar de Nazaret. Por eso se nos dice que los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. El nombre de la Virgen aparece en primer lugar. Encontrando a María encontrarás a José y a Jesús.

La encuentras recogida. María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. ¿Qué meditaba? Adentrémonos a escondidas en ese corazón inmaculado.

Se llenaba de asombro al meditar que era madre de Dios. De niña la enseñaron a pedir a Dios el sustento, y estaba ella amamantando a Dios. Le hablaron del Dios que viste los campos, y estaba ella vistiendo a Dios. Nueve meses atrás dijo: Hágase en mí según tu palabra, y ahora tendría que enseñar a hablar a Dios.

¡Puerta del cielo, puerta del Misterio, puerta del año, ruega por nosotros!

(0101)

“Evangelio 2025

Guapa

guapísimaMe gusta el latín. ¿Sabes cómo se llama en latín a la Inmaculada? La «Tota Pulchra». Se traduce la Limpísima, la Purísima y la Guapísima; las tres traducciones sirven. A mí me fascina la última. Hay un canto litúrgico en España: «Tú eres toda hermosa, oh madre del Señor». Es un canto a la Inmaculada. Me encanta.

María es la Limpísima, porque su alma, liberada de la mancha original desde la concepción, jamás se contaminó con el pecado. Por eso es también la Purísima. Esa limpieza del alma se trasluce en la pureza de su corazón y de sus ojos. A quienes se encuentran ahogados en el cenagal de la lujuria les digo: «Si quieres dinero, buscas a un millonario. Si quieres pureza, busca a la Purísima; reza el rosario, acude a ella en los momentos de tentación, pídele la castidad como pide un enfermo la salud. No te la negará, pues ella tiene pureza a raudales».

Es muy especialmente su pureza la que la hace hermosa, la más hermosa de las mujeres. Porque su mirada es amorosa y cristalina, sus ojos son manantiales de agua limpia. Te quedas mirando esos ojos, y ves el cielo perfumado de mujer.

¡Guapa!

(0812)

“Misterios de Navidad

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