«Buenos» que se marchan y malos que se enamoran
Aprovechemos el pasaje del joven rico para aclarar una confusión muy frecuente acerca de la santidad. Muchos creen que «santo», en la escala jerárquica de la bondad, es lo siguiente a «bueno». Por tanto, si ya es difícil ser bueno, ser santo es imposible.
Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?
Cuando Jesús enumera ante el joven los preceptos de la ley, el joven afirma que los ha cumplido. Hala, ya es bueno. Vamos ahora al siguiente escalón. ¿Qué me falta? Y Jesús le muestra el siguiente escalón:
Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego ven y sígueme.
Pero ese escalón es demasiado alto para el joven, y decide conformarse con ser bueno.
Error.
Si el joven, en lugar de afirmar que ha cumplido la ley, hubiera confesado que no lograba cumplir ni un mandamiento, Jesús le hubiera invitado también a seguirlo. ¿Cuántos mandamientos cumplía Mateo al conocer a Jesús? ¿Cuántos cumplía el buen ladrón?
Porque «santo» no es lo siguiente a «bueno». Santo es enamorado. Y, os lo aseguro, hasta los malos se enamoran. Y el amor de Cristo los hace santos.
(TOI20L)